La aparición de las nuevas tecnologías ha supuesto un antes y un después en la manera de comunicar ciencia. En general, la manera de interactuar y comunicarnos entre nosotros ha cambiado drásticamente gracias a la web 2.0; difundimos información, compartimos ideas y proyectos y creamos comunidades, y esta nueva dinámica también se ha trasladado a la comunicación científica.
Hoy en día la comunicación científica se presenta en una variedad de formatos como nunca antes se ha conocido: la encontramos en vídeo, en formatos exclusivamente auditivos, en presentaciones con diapositivas e incluso en textos de menos de 140 caracteres. Cada formato, con sus características de presentar la información, permite recoger el verdadero fruto de las nuevas tecnologías: la accesibilidad. La posibilidad de hacer llegar la ciencia a todos los públicos, y no sólo eso, la posibilidad de adaptarla a los intereses y preferencias de las personas que la consumen.
Por otra parte, la mejora en la comunicación científica no se traduce únicamente a la transmisión de la información; las barreras entre la ciencia y la sociedad, entre los profesionales y los ciudadanos de a pie, e incluso las jerarquías que existen dentro de la comunidad científica, se van difuminando poco a poco gracias a la eficiencia de las nuevas tecnologías. Gracias a ellas, ha mejorado, por ejemplo, la rapidez a la que pueden realizarse las revisiones por pares entre científicos, la expansión y accesibilidad de congresos de divulgación colgados en plataformas de reproducción, e incluso el nivel de interacción entre ciudadanos y científicos a través de las redes sociales.
Por supuesto, eso de que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” no iba a ser excepción en este caso. Y es que, con la facilidad y rapidez con la que se accede a la ciencia (y en general cualquier información), también se comparte la desinformación y el desconocimiento. Pescar los bulos, los artículos con información sesgada y los intereses corporativos que llevan detrás, pueden ser tareas difíciles en el mar informativo al que llamamos internet.
Hacerle frente a este problema requiere, en mi opinión, que se promuevan varios factores. Por una parte, que se fomente la educación científica y el pensamiento crítico de la sociedad. Por otra parte, que más expertos que ejerzan en la ciencia dediquen parte de su tiempo a la divulgación, y unido a esto, que se amplíen lazos y vías de comunicación entre periodistas y científicos, que, al fin y al cabo, son las dos herramientas más importantes en la transmisión de información científica veraz y accesible.